¿Habéis pensado qué sería de nosotros si no pudiéramos decir las cosas por escrito?, ¿cómo nos defenderíamos en la vida si no supiéramos escribir? El caso es que hasta no hace mucho; es más, a la vuelta de la esquina, la población analfabeta era una mayoría aplastante y los únicos que tenían conocimientos de escritura eran los eclesiásticos con el dominio de los centros de educación, por la necesidad de leer textos históricos y promulgar la palabra de Dios; bueno y unos pocos más, pero los cuáles constituían altos cargos.
Y es que, en el día a día necesitamos manejar la escritura; sí eso, es una necesidad más que nada.
Por escrito nos comunicamos cuando no es posible hacerlo vía oral. Pero, ¿y si ésta es a veces una manera más cómoda y menos digna de comunicar las cosas?
Por escrito plasmamos nuestros sentimientos, pensamientos, porque tenemos esa concepción de que, eso que escribimos queda ahí para siempre grabado, pues tal vez queramos poner un énfasis en eso que queremos expresar, hacer más certero ese sentimiento, pensamiento. Liberárnos. Pero, es extraño ,manejándonos en ámbito de sentimientos, siempre tenemos esa carencia, esa abstinencia que sentimos de necesitar seguir escribiendo y diciendo lo que pensamos. Y ahí está la cuestión. Las cosas que diremos por escrito que tendríamos que haber demostrado o dicho con palabras... No nos damos cuenta, pero nos encerramos, nos escondemos en un conjunto de signos que forman el alfabeto, signos que nosotros inventamos, bueno, quitémonos importancia y démosela a los creadores de ésta, demósela a los egipcios. Claro, que yo me pregunto; ¿si no existiera la escritura, nos limitaríamos a callarnos lo que queremos decir por miedo al qué dirán, por cobardía, orgullo...?, ¿seríamos más propensos a demostrar lo que sentimos con hechos y no con palabras?, ¿o simplemente tendríamos más habilidad para expresar las cosas a través del lenguaje verbal?
Quién sabe. Sólo sé que la escritura más que un arte, es un arma de dominio, que si nos dejamos nos domina. Como ahora estoy haciendo yo.
Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo. Es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no aprovechar cada instante, con el favor de una mente que no tiene limites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.
Datos personales

- Silvia
- Tal vez me ha incitado a hacerme este blog el hecho de que me cuesta decir lo que pienso, entre otras cosas. Puedo describirme a mí misma con bastante seguridad. Soy pesimista conmigo misma, bastante insegura; aunque cuando estoy segura de algo lucho por mantener bien alta mi opinión. Lo cual deriva a que sea muy cabezota, cosa que muchas veces me juega malas pasadas, pues no suelo guiarme mucho por los consejos de los demás y no me doy cuenta de que tengo que escuchar más allá de mí hasta que me estampo contra algún mal producto de ésta mi cabezonería. Creo que me sacaré el título de ayudante personal, ya que me encanta dar consejos y ayudar a los demás. Demasiado sentimental diría yo... Cosa que tampoco me lleva por muy buen camino, porque ésto me hace ser a la vez ilusa y muchas veces me llevo decepciones. Sí, sueño demasiado. Amante de la música ante todo. Sin música no habría luz ni color. Pienso que ésta es una gran vía que nos lleva y nos ayuda a expresar nuestros más profundos sentimientos. Enamorada de las miradas. Pues creo que ésta es la parte del cuerpo que lo dice todo de una persona. Amo los animales.
martes, 20 de noviembre de 2012
viernes, 25 de mayo de 2012
Banco confidente.
Estaba sentada en el banco de siempre, donde tantas personas antes habían trazado sus respectivos pensamientos con cualquier objeto punzante. Escritos de amistad, amor e incluso diversas ideologías y doctrinas relevantes. La diferencia es que ella... no podía expresarlos con palabras. Tampoco demostrarlos sin ellas. Simplemente, se las guardaba, encajonadas en su mente, en sus canciones, donde sólo las veía reflejadas.Iba a ese lugar todas las tardes, después del colegio. ¿La razón?. Su admiración hacia esas personas capaces de expresar sus sentimientos, capaces de no callar todo eso que llevan dentro. En cambio a ella le podía el miedo.
Sólo había una cosa que le delataba y era, que cuando le miraba, el tiempo se paraba, se elevaba en una nube inmensa de calma, en un paraíso temporal en el cual nunca había estado y la verdad era que no sabía el motivo de ese sentir, de ese estado. Todos los días se preguntaba cómo no se había podido dar cuenta, pues nadie en este mundo le había sostenido la mirada tanto tiempo o eso pensaba. Nadie le había mandado tantas señales, pues la verdad que el lenguaje de las miradas es el que mejor se entiende. Tampoco sabía cómo había llegado aquello, ni cuándo. Sólo maldecía el momento en que llegó, porque sabía que era algo imposible. Aunque tal vez lo más costoso era confesarlo. Mil y una veces había tenido que sucumbir al hechizo de su mirada y mil y una veces se había percatado de que apenas había incidido en su manera de actuar, como si no se diera cuenta. Sólo sabía que pronto llegaría el día en que quedarse quieta no valdría ya, en el que tendría que elegir entre tirarse a la piscina o pasar página.
Sólo había una cosa que le delataba y era, que cuando le miraba, el tiempo se paraba, se elevaba en una nube inmensa de calma, en un paraíso temporal en el cual nunca había estado y la verdad era que no sabía el motivo de ese sentir, de ese estado. Todos los días se preguntaba cómo no se había podido dar cuenta, pues nadie en este mundo le había sostenido la mirada tanto tiempo o eso pensaba. Nadie le había mandado tantas señales, pues la verdad que el lenguaje de las miradas es el que mejor se entiende. Tampoco sabía cómo había llegado aquello, ni cuándo. Sólo maldecía el momento en que llegó, porque sabía que era algo imposible. Aunque tal vez lo más costoso era confesarlo. Mil y una veces había tenido que sucumbir al hechizo de su mirada y mil y una veces se había percatado de que apenas había incidido en su manera de actuar, como si no se diera cuenta. Sólo sabía que pronto llegaría el día en que quedarse quieta no valdría ya, en el que tendría que elegir entre tirarse a la piscina o pasar página.
jueves, 26 de abril de 2012
El universo se queda pequeño.
Y las diría una y otra vez. Y las repetiría.
Porque cuando se trata de sentimientos, las palabras nunca son suficientes por mucho que tengan como pretensión acaparar todo ese universo infinito que llevas dentro.
Siempre dejan ese hueco incondicional para los hechos.
Porque cuando se trata de sentimientos, las palabras nunca son suficientes por mucho que tengan como pretensión acaparar todo ese universo infinito que llevas dentro.
Siempre dejan ese hueco incondicional para los hechos.
jueves, 2 de febrero de 2012
Para siempre
Desde que vamos al colegio y nos relacionamos con personas de nuestra edad, tendemos a formar grupos, tendemos a ir con personas que comparten nuestros gustos, formas, nuestros miedos y aficiones.
Normalmente vamos con quien mejor compaginamos.
Vivimos momentos inolvidables y que en esa etapa de nuestra vida nos parecen perfectos. No queremos separarnos de esas personas nunca y hacemos pactos y promesas para que eso no ocurra.
Pero según vamos creciendo, vamos conociendo a otras personas, vamos conformando nuestra personalidad, vamos redireccionando nuestra forma de ser. Ello conlleva a que cambiemos las amistades y siempre tendiendo a ir con quien más nos reconforte y con quien más confianza nos de.
Aunque el separarnos de nuestras antiguas cuadrillas siempre nos cuesta un poco, pues no queremos que piensen que no valoramos los momentos vividos con ellos o que cuando nos aburrimos de unas personas, vamos con otras. Solamente tenemos que admitir que cambiamos con el tiempo y que tenemos libertad de ir con quien queramos. Que no hemos hecho un juramento de fidelidad con nadie, por el momento. No podemos estar con alguien si no estamos a gusto, si no nos sentimos identificados.
Pero llega una edad, en la que llegamos a tener más claro lo qué queremos, en la que vamos teniendo ya nuestros gustos definidos y nuestra personalidad ya se ha conformado mayoritariamente. Entonces es cuando conocemos a otras personas con las que compaginamos más, las que nos hacen sentir realmente bien, pues las hemos encontrado teniendo ya seguro qué necesitamos que los demás nos aporten según cómo seamos. Entonces, es cuando, un "para siempre", es, de verdad, PARA SIEMPRE.
Normalmente vamos con quien mejor compaginamos.
Vivimos momentos inolvidables y que en esa etapa de nuestra vida nos parecen perfectos. No queremos separarnos de esas personas nunca y hacemos pactos y promesas para que eso no ocurra.
Pero según vamos creciendo, vamos conociendo a otras personas, vamos conformando nuestra personalidad, vamos redireccionando nuestra forma de ser. Ello conlleva a que cambiemos las amistades y siempre tendiendo a ir con quien más nos reconforte y con quien más confianza nos de.
Aunque el separarnos de nuestras antiguas cuadrillas siempre nos cuesta un poco, pues no queremos que piensen que no valoramos los momentos vividos con ellos o que cuando nos aburrimos de unas personas, vamos con otras. Solamente tenemos que admitir que cambiamos con el tiempo y que tenemos libertad de ir con quien queramos. Que no hemos hecho un juramento de fidelidad con nadie, por el momento. No podemos estar con alguien si no estamos a gusto, si no nos sentimos identificados.
Pero llega una edad, en la que llegamos a tener más claro lo qué queremos, en la que vamos teniendo ya nuestros gustos definidos y nuestra personalidad ya se ha conformado mayoritariamente. Entonces es cuando conocemos a otras personas con las que compaginamos más, las que nos hacen sentir realmente bien, pues las hemos encontrado teniendo ya seguro qué necesitamos que los demás nos aporten según cómo seamos. Entonces, es cuando, un "para siempre", es, de verdad, PARA SIEMPRE.
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